• Cómo imaginar el Buenos Aires del 2050...
• Reducir la arquitectura al “deseo”
• Pensamientos para compartir con mis compañeros de taller
• Bajar el impulso visual como vertiente determinante y mayoritaria
que da origen a la arquitectura
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Cómo imaginar el Buenos Aires del 2050...
Para aproximarnos al esfuerzo de urbanismo ficción y política ficción que este ejercicio intelectual conlleva, vale la pena recordar que también son 50 años los que nos separan del fin de la Segunda Guerra Mundial y vaya si pasaron cosas. Las dos generaciones de ciudadanos que faltan para llegar al 2050 son todavía un proyecto.
El escenario de la conurbación del Buenos Aires del 2050 deberá disminuir su nivel de entropía, este es un buen deseo, que podrá asegurar su supervivencia. Disminuir la entropía del Gran Buenos Aires en gran medida pasará por una política de redistribución de la población que reencause las formas de emplazarnos y vivir en el conjunto de nuestro territorio nacional.
Una cultura urbana, un estado de desarrollo, basado en los paradigmas hoy día vigentes, señalan que no podemos seguir construyendo una mega ciudad insustentable que camina día a día hacia un colapso social y ambiental. Debiéramos tener un sorprendente avance en educación, para poder comprendernos y aumentar el grado de solidaridad, así como aumentar de manera drástica la inversión pública para continuar construyendo, adecuando y reciclando las irreflexivas decisiones que configuraron la actual mancha suburbana en los últimos 50 años, 50 años que coinciden con el comienzo del proceso de urbanización intenso que se registra en todas las grandes ciudades de América Latina.
En caso de que no se corrijan las maneras de hacer y de gestionar ciudad los excedentes que generemos como sociedad estarán condenados a ser invertidos en obras públicas inadecuadas, insustentables que seguirán generando pobreza, marginación y violencia. La concentración y las altas densidades de población pueden ser modelos posibles y exitosos de sociedades dominantes que manejen una economía de consumo intenso, basadas en procesos de colonización de otros territorios y otras culturas.
Otro dato insoslayable para avizorar cómo será nuestra vida urbana en el 2050 está dado por los jóvenes que hoy día no tienen acceso a la educación y al trabajo que serán los padres de la primer generación que estará en proceso pleno de producción en el 2050. Esto va a impactar en nuestras costumbres, en nuestras maneras de vivir el espacio público, en el proceso de degradación a que estará sometida la infraestructura, los espacios y la naturaleza que nos rodea. No creo que sea correcto que me base en que nuevas supuestas tecnologías podrán salvar este futuro preocupante por el que transitará Buenos Aires y sus suburbios, sus arrabales, su periferia o como quiera llamárselo, o gran parte de los 34 municipios de los diferentes cordones del Gran Buenos Aires…
Un ejemplo sorprendente y de difícil lectura respecto del futuro posible lo está dando la urbanización de Puerto Madero. Lleva un proceso de 14 años de concentrar inversiones privadas e inversiones públicas, figura en el mapa internacional del turismo, concentra los edificios más pensados y diseñados de los últimos tiempos, fue gestionada por una corporación que logró operar en un complejo escenario y permitió reciclar antiguas instalaciones portuarias ubicadas en el centro de Buenos Aires……, y sin embargo repite el modelo más primario de conectarse a la infraestructura existente, por ejemplo la red cloacal de principios de siglo sin realizar inversiones ni mejoras, recargando esta infraestructura obsoleta que termina en las horas pico desbordando sobre los sistemas pluviales que salen directamente al Río de la Plata. Constituye una verdadera caricatura de la teoría del derrame y de los efectos benéficos de la alta concentración del capital, que en este caso derrama sustancias “sospechosas”.
Qué es lo que impidió que se construya una planta de tratamiento de líquidos cloacales para disminuir el impacto ambiental? Si comparamos este costo con la inversión llevada a cabo en Puerto Madero ninguna explicación económica resiste, solo la desaprensión y la falta de preguntarnos en todo caso cómo será el futuro …y como será el Buenos Aires del 2050.
Para levantarnos el ánimo podemos citar que la Ciudad Autónoma de Buenos Aires conserva calidades excepcionales en su espacio público, sus parques, sus avenidas, sus plazas, sus edificios privados y públicos. Cómo lograr que ese pasado, esas preexistencias se preserven y se reciclen conservando su espíritu,…su calidad ambiental… Cómo compartir ese tesoro…
Puerto Madero, en especial su espacio público, sus antiguos parques rehabilitados, sus modernos y excelentes nuevos espacios verdes con una importante inversión aportada por la Corporación; la Reserva Ecológica y la costa de Vicente López estas dos últimas a pesar de sus orígenes irreflexivos y violentos como rellenos costeros, se han transformado en espacios públicos de calidad. En otro orden las nuevas líneas y las extensiones de subterráneos, todos episodios de muy diverso origen y gestión, son ventanas, son miradores halagüeños hacia un Buenos Aires del 2050.
Un accionar futuro para disminuir la entropía de nuestra gran ciudad puede ser aprender a mover la menor cantidad de materia posible para construir, configurar y para mantener el hábitat urbano. Desarrollar líneas de pensamiento y tecnologías que disminuyan el uso y la degradación de materia podrán asegurar o colaborar en todo caso con más modestia, a que la vida urbana continúe. Está claro que gran parte de los conocimientos con los que nos ganamos la vida cotidianamente y gran parte de los prácticas que se enseñan en nuestras facultades no podrán ser protagonistas en el Buenos Aires del 2050. La economía del derroche y el alto consumo llevado a la producción y al mantenimiento de la arquitectura deberán ser repensados. Un “Gran Buenos Aires” infinito que siga degradando y ocupando la Pampa Húmeda puede colaborar al estancamiento, puede favorecer los desequilibrios y atentar contra la democracia. La mayoría de las grandes ciudades de América Latina tienen hipotecado el futuro de las próximas generaciones porque van a devorarse los presupuestos de obra pública sin que esto genere una mejora sustancial en la calidad de vida.
Se suma a lo dicho y aumenta la complejidad para imaginar el futuro urbano, el rol que tendrán en nuestra ciudad los medios electrónicos. ¿Cómo los usaremos?, es evidente que han transformado el mundo de relaciones e interacciones de los ciudadanos, y han generado consecuencias en el espacio público, porque estamos comunicándonos y reuniéndonos de manera virtual, abandonando prácticas y usos sociales del espacio público que pasa a ser tierra de nadie.
Con este contexto cabe reconocer que va ser difícil generar belleza y equidad dentro de las ciudades, dentro del espacio público del Buenos Aires futuro, por la falta de transparencia de los costos ambientales y cómo estos encubren daños irreversibles que serán más evidentes con el transcurso del tiempo.
Gran parte de los desaciertos medio ambientales, gran parte de los rellenos, gran parte de la contaminación del suelo y de las aguas determinarán ese Buenos Aires del futuro, están escribiendo la agenda de las generaciones que todavía no nacieron, están comprometiendo anticipadamente el presupuesto de educación que deberá crecer ininterrumpidamente hasta el 2050.
Desearía hacer una mezcla de aspiraciones y buenos deseos con datos concretos que nos lleve hacia algunas imágenes del Buenos Aires del 2050. Las costas de la ciudad registrarán grandes transformaciones para adaptarse al cambio climático, puesto que nuestro Río de la Plata tiene régimen oceánico. Respecto al tejido de vivienda, tenderá a ser más compacto, se desarrollarán nuevas tipologías de edificios extendidos, esponjados y la vez de alta densidad, disminuyendo el factor de ocupación de suelo para convivir con parques lineales. La concreción definitiva de la Ruta 6 Presidente Perón permitirá un movimiento entre el Norte y el Sur sin interferir Buenos Aires posibilitando el desarrollo de nuevas ciudades y el afianzamiento de las existentes, operación que combinada con la liberación de tierra pública abrirá paso al desarrollo de parques y zonas forestadas frenando toda agresión sobre los episodios naturales sean ríos, arroyos o costas que aporten belleza.
Será imprescindible generar un pensamiento alternativo que no se sume a la discusión suicida de contraponer la urbanización a la naturaleza.
No hay una relación entre la complejidad que ha adquirido el conjunto de nuestra ciudad y nuestra capacidad de gobernarnos.
Es evidente que una sociedad como la nuestra, con sus precarios niveles de acuerdo, no ejerce el gobierno equilibrado de una conurbación compleja como la del Gran Buenos Aires; los ciudadanos, el sistema político que nos representa, la justicia, la salud, la vivienda, la educación más todos los derechos constitucionales que supimos conseguir podemos ejercerlos espasmódicamente y en forma casual. Para decirlo en un lenguaje llano la conurbación de casi 100 km de largo nos queda grande. No es una forma urbana apta para nuestro estado de evolución como sociedad.
Los episodios cotidianos marcan lo vulnerable y frágil que es nuestra pretendida Ciudad Autónoma, que sería justo cambiarle el nombre y llamarla Ciudad Dependiente del Gran Buenos Aires. Especialmente dependiente de los fenómenos sociales y ambientales , episodios que señalan la necesidad imperiosa de desarrollar “inteligencia de conjunto” basada en participación y solidaridad para seguir construyendo y reciclando la ciudad con tecnologías sociales y blandas, que no nos endeuden y así disminuir el grado de entropía general y la tendencia del modelo actual que nos lleva a vivir como un conjunto de comunidades con intereses contrapuestos que se enfrentan cotidianamente en un territorio y un espacio público degradado.
Arq. Mederico Faivre - 2005
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Reducir la arquitectura al “deseo”
Reducir el origen de las decisiones de la arquitectura al campo, al territorio del “deseo
individual” y transformarla en una escuela, sin establecer relaciones con los bienes disponibles,
con los fenómenos culturales y productivos o los patrones sociales preexistentes,
sin establecer nexo con las voluntades colectivas que identifican un lugar, un territorio,
sin responder a las contingencias que plantea ese territorio, es una posición extrema
que no mide consecuencias.
Interpretar la situación nacional en un contexto amplio, intentar representar a las mayorías
y sus necesidades de innovación para superar los conflictos colectivos, abre una
perspectiva, una construcción abarcativa, que supera el reducido campo individual del
deseo. Esta manera de accionar y alimentar la arquitectura y sus propósitos puede ser
explicitada, puede ser enseñada: la arquitectura puede ser una disciplina acumulativa
que maneje conocimientos.
La capacidad de sintetizar los tiempos que se viven y los lugares que se transitan en un
taller de arquitectura es ejercida no necesariamente por personas individuales, sino por
el colectivo de alumnos y docentes, que reelaboran los datos propios de una disciplina
compleja, dinámica y adaptativa como es la de la arquitectura como parte del hábitat; y
lo hacen en un clima de intercambio y revisión continua a través de los diferentes ejercicios
de proyecto, que son simulaciones con objetivos y con datos explícitos.
Un taller de arquitectura como parte de la formación universitaria, o un estudio de arquitectura
en el campo privado, son, en gran medida, construcciones colectivas, cuyo objetivo
primordial es superar las limitaciones intelectuales individuales y así estructurar un
pensamiento crítico, que a su vez nos permita innovar para alimentar las decisiones en
cada momento y en cada lugar.
La obra de arquitectura no se crea, se concibe, porque crear es “el territorio de los
dioses”, que pueden hacerlo desde la nada. Por el contrario,
concebir es la unión de
las partes preexistentes. El arquitecto y las generaciones de arquitectos reelaboran su
memoria individual y su memoria colectiva, manejan sus experiencias y son intérpretes
de los tiempos que viven y de las técnicas que ejercitan. Sin un espacio y un tiempo,
¿cómo concebir? Esto está más allá de sus deseos.
El espacio y el tiempo son interpretados por el arquitecto, quien selecciona los rasgos
característicos del mundo en el que vive y los transforma en decisiones, cumple con
ellas o las
transgrede, y desordena intencionalmente, para
sorprender y diferenciarse.
Pero cabe destacar que estas dos últimas estrategias, sorprender y diferenciarse,
son recursos menores que no aportan al conocimiento.
La discusión sobre qué es la
“realidad”, admitiendo que las realidades son múltiples y
simultáneas, da origen a un sinnúmero de “verdades”, que en realidad son productos
circunstanciales. Así es la arquitectura, así es la manifestación física de la cultura.
Una línea de acción y de investigación válida para un taller de arquitectura es intentar
superar el pretendido origen metafísico de la arquitectura como valor dominante que la
rige. Es intentar dejar atrás los impulsos visuales como motores excluyentes para seleccionar
y validar los proyectos. La arquitectura tiene que moderar su justificación simbólica
y retornar a expresar las culturas, pero con la intención de asegurar supervivencia
colectiva, lo que permite dar origen a la
innovación. Tiene que dejar de ser parte del
problema ambiental actual y expresar una nueva ética y una nueva estética, basadas en
la prudencia del manejo energético, del manejo del agua, la luz, el aire, la fuerza de gravedad
y las necesidades colectivas.
No puede ser más la representación de la opulencia
y el exceso, porque estos valores ya han sido suficientemente tratados en las
universidades y escuelas de arquitectura, y son un camino fácil que adormece y no
constituye un arma de trabajo para los jóvenes.
Las tecnologías, las técnicas y los materiales tienen un protagonismo determinante en
las calidades expresivas de la arquitectura…….Esto es sobre lo que más nos hemos
explayado y detenido, lo que más hemos enseñado y fotografiado. Pero lo que
no podemos
seguir disfrazando, soslayando o evitando son las consecuencias no visibles,
difíciles de cuantificar, que no pueden seguir ocultándose.
El manejar materia con
conocimiento y con propósito permite justificar la innovación, la generación de
nuevos espacios, nuevos hábitats, que favorezcan y protejan la vida y la cultura.
Tenemos
que aprender a mover menos materia, a doblegar menos naturaleza, a disminuir
el nivel de entropía de la arquitectura que construimos.
Arq. Mederico Faivre - 29/2/12
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Pensamientos para compartir con mis compañeros de taller
La innovación
La innovación es algo que ha obsesionado a las escuelas de arquitectura y ha sido confundida
con la invención, con la creación, y hemos tenido dificultades los docentes para
poder definirla y, en todo caso, lo más difícil, como enseñar la innovación… Para mí la
innovación es definir estados de conciencia. Se puede expandir la conciencia a través de
un sistema de investigación. La casualidad y el juego no dan origen cierto a la innovación,
no pueden ser la base de la enseñanza de la arquitectura. Innovar es también bajar
el nivel de entropía. Hoy tenemos un nivel de conciencia mayor respecto a la finitud de
los sistemas naturales y tenemos una mayor conciencia de la fragilidad de nuestras sociedades,
de lo que somos como personas, como países y como región.
-Cómo lograr que nuestra disciplina,
la arquitectura, sea más acumulativa. Cómo disminuir
los impulsos casuales que se interrumpen en el tiempo y que se retoman de manera
azarosa. Tenemos que ser más metódicos, tenemos que relacionarnos más con la
ciencia. Sabemos que no existe la verdad perpetua y precisamente las universidades y
reuniones como estas están para que no nos equivoquemos y pensemos en verdades
perpetuas. Tenemos que encontrar los nuevos paradigmas, y bajar el nivel de entropía y
lograr que la arquitectura asegure supervivencia es uno de ellos. Todo sin dejar de lado
la belleza, la alegría y los placeres estéticos. Es algo muy hermoso dar respuesta a una
necesidad extrema.
-Lograr un
pensamiento integrador que vincule el arte, la ciencia y la técnica con la
sociedad es un camino digno.
- A esta altura de la conversación conviene volver a preguntarnos qué es lo que da origen
a la forma,
cómo llegar a la forma apta. Nos puede ayudar a mejorar los sistemas
críticos el llevar adelante una
“crítica comparada” que fortalezca nuestro nivel intelectual,
dejando de lado las motivaciones visuales, porque ya hemos hecho eso desde hace
demasiado tiempo.
Por ejemplo, en la Argentina, donde el 40% de los recursos energéticos se destinan al
hábitat construido, el sector edilicio, y en particular, el sector residencial, en el que tenemos
una demanda de energía per cápita de 1700 kg. de petróleo por año, cuando el
promedio mundial es de 1570 kg. La huella ecológica en la Argentina es de 2,5 ha por
habitante y el promedio mundial es de 2,7 ha por habitante. ¿Podemos pensar en seguir
enseñando arquitectura como enseñamos, considerando estos indicadores alarmantes?...
-Saber
que hay una generación que quiere aprender, que duda de lo hecho, que se
cuestiona el pasado, que no se “inventa” un futuro falso, que quiere cumplir con el presente,
es alentador, es tonificante para un docente que quiere ser útil, que sabe que
la
investigación de los temas y el esfuerzo continuo es el camino al conocimiento.
Porque para la reproducción del mundo actual, para reproducir la arquitectura actual, no
hace falta la universidad.
Intentar reproducir acríticamente la arquitectura que no puede generalizarse, es hacer el
juego del otro… es el suicidio.
Ser juguetones con los lenguajes puede ser una estrategia de corto plazo. Ser juguetones
en la escena urbana enseñándola en la universidad, y
comprometer el futuro de
las ciudades formando “juguetones descartables” es no cumplir con nuestro
tiempo.
Ideas fuerza para generar ejercicios de taller
¿Cómo podemos usar menos materia? ¿Cómo podemos
doblegar menos naturaleza?
*Esta pregunta puede dar origen a un buen ejercicio de taller.
¿Cómo podemos serenar la cultura visual y complementarla con conocimientos medioambientales?
*Esto también puede ser una guía para configurar ejercicios de taller.
La cuestión de la estética
-Una experiencia es estética cuando nuestros sentidos están operando a pleno, están en
su pico, cuando te sentís completamente vivo.
Definiciones de la RAE de “estética”: Perteneciente o relativo a la percepción o apreciación
de la belleza.//Ciencia que trata de la belleza y de la teoría fundamental y filosófica
del arte.
Otra definición de Estética: manifestación aparente de lo que llega a nuestros sentidos.
Definición traducida del inglés: relativo al disfrute o al estudio de la belleza.
Definición de anestesia por la RAE: Falta o privación general o parcial de la sensibilidad.
¿Por qué somos tan visuales los arquitectos? En parte es porque nos han enseñado a
ser “antiguos cazadores de belleza”.
Lo visual es el aspecto más antiguo del cerebro, y es lo que en parte la vida en comunidad,
la vida civilizada, tiene que moderar. Así como el hombre ya no se vale sólo de las
manos, el mundo visual puro no nos alcanza para sobrevivir.
La mundialización de las imágenes está generando ceguera conceptual y estados de
perplejidad.
¿Cuál será la dimensión estética de lo ambiental?
¿Cuál será la dimensión estética y poética del uso de materiales que consuman poca
energía en su producción y transformación?
Qué interesante experimentar con la dimensión plástica y estética de lo no contaminante.
La necesidad extrema de poder configurar el hábitat del hombre genera otras valoraciones,
otras sensibilidades, es una cantera fértil, poco explorada, para generar nuevas
formas aptas mutantes, flexibles, inacabadas, casuales, caóticas, formas leves, frágiles.
*Estas consideraciones también pueden alimentar la formulación de ejercicios de taller.
¿Cuál es la estética de lo reciclable?
¿Estamos frente a un período donde tenemos que refundar los valores estéticos? Nuestro
cerebro está condicionado por el pasado y preocupado por el futuro. La especie
humana tiene dificultades para relacionarse con el presente, con el aquí y ahora.
El profundizar en una teoría del habitar como base de las decisiones arquitectónicas
puede bajar el impulso visual inherente a nuestra especie, que se verifica como una necesidad
del espíritu humano a través de todas las culturas y a través de la historia. El
impulso estético es parte de la condición humana, pareciera ser parte de nuestros genes.
Se manifiesta con tal vitalidad que a esta altura del siglo XXI o es reconducido o
puede atentar contra la supervivencia, porque tiene un compromiso muy alto con el pasado
y una necesidad incontenible de producir cambios y rupturas…….
¿Pero para
qué?
La cultura visual y el mundo de la imagen, que condicionan todas nuestras decisiones,
nos enriquecen pero al mismo tiempo disminuyen nuestra capacidad de abstracción y
nos hacen decidir por analogías casi mecánicas, como el “copiar y pegar” de la computadora.
La íntima relación que han tomado estos procesos mentales con el origen de la
arquitectura desde siempre, y la hiper valoración que han cobrado en las últimas décadas
nos replantean cómo enseñar arquitectura, cómo fundar en todo caso una nueva
estética y una nueva ética basadas en el manejo de datos cuantificables.
*Por ejemplo: ¿por qué no dar un ejercicio de taller en el que la belleza esté dada por
lograr que la forma apta consuma menos agua, o una forma solar que capte o rechace
energía según los requerimientos? Un compromiso holístico entre la arquitectura, el arte,
las tecnologías y la ciencia, es un camino posible para que nuestra disciplina, nuestra
rama del conocimiento que es la arquitectura, sea acumulable, que pare de tener cambios
sólo aparentes.
Me genera intranquilidad como profesor el observar el surrealismo y el automatismo
mezclado con el azar sin la presencia de la razón aplicados a la arquitectura, y me aumenta
la intranquilidad el ser testigo de que es común que enseñemos arquitectura con
esa base.
No creo que todo sea explicable en arquitectura, sé que tiene un alto contenido simbólico
e icónico, que se mueve en territorios no explícitos, por eso es que la arquitectura ha
estado tan relacionada con los misterios y los fenómenos de la fe. De hecho, la historia
de la arquitectura es también la historia de las creencias y de las religiones; y aquí volvemos
al componente visual, y pongo como ejemplo la Reforma y la Contrareforma y su
resultado, redoblando la apuesta, el Barroco. No voy a extenderme sobre este tema, pero
vale recordar a Lutero, la respuesta de Roma, el concilio de Trento, el estallido de la
sensualidad de las luces indirectas y las maravillas de Bernini y Borromini.
La cuestión de las tecnologías
Ninguna práctica, ninguna técnica, ninguna tecnología, es inocente en términos sociales,
en términos económicos y en términos ambientales. Todas dejan huellas de distinto
carácter y entrañan ventajas e inconvenientes que deben ser medidos y cuantificados en
cada actuación. En términos generales, hablando de nuestro pequeño gran mundo que
es Latinoamérica, nuestros países necesitan tecnologías blandas que ocupen mano de
obra, que tengan responsabilidad social y que nos permitan cuantificar la cantidad de
naturaleza doblegada que implica su uso, sin aumentar de manera incontrolada la huella
ecológica. Una buena decisión de proyecto en arquitectura no puede descuidar la producción
del objeto y sus consecuencias no visibles.
No nos hemos liberado en absoluto del mundo material; a la inversa, estamos dependientes
de la cantidad de materia que transformamos. Agrava este hecho la banalización
de las necesidades, los contenidos y los mensajes. Ha surgido un universo, un mundo
de arquitectura y objetos sin
soporte cultural y sin
soporte ambiental. Estamos lejos
de ser la solución del problema, sino que somos parte de él.
Promesas Vanas
Si en un mismo tiempo, en un mismo lugar, una vivienda impide que se haga otra, estamos
en problemas. Ahora existen otros paradigmas y contamos con herramientas que
nos permiten ser conscientes de los fenómenos de nuestro ambiente y de los problemas
de la supervivencia. Incorporar la huella ecológica en nuestras decisiones, sumar este
sistema de contabilidad, también amplía nuestro repertorio estético, va más allá de la
cultura visual del pasado, que puede ser caníbal sin darse cuenta, de la misma manera
que “el mercado” puede autodestruirse sin percibirlo. Bajar las demandas sobre la naturaleza
es un paradigma urgente y digno de incorporar.
Las contradicciones cotidianas de la enseñanza
Se ha incorporado a nuestro comportamiento cotidiano el respetar las diferencias culturales
y el tomar en cuenta a los demás. Esto se practica de manera amplia y diversa. Lo
que sorprende es
por qué simultáneamente valoramos y enseñamos las rupturas
como méritos imprescindibles de un anteproyecto o de un proyecto arquitectónico.
Hay una contradicción medular entre lo que se pregona y los móviles que nos hicieron
decidir ese proyecto. Tenemos que sincerar estos procedimientos oscuros para poder
aprender todos, profesores y alumnos, con más transparencia, sin admitir resignados
que el origen de la arquitectura es indeterminable, oscuro y relacionado con el azar. No
es suficiente el aporte de las “aparentes vanguardias” que nada innovan, que son débiles
posturas intelectuales, que se agitan y contornean pero son sólo técnicas de diferenciación
comercial de poco vuelo.
“La abeja parece superar por la estructura de sus células de cera a la habilidad de
más de un arquitecto. Pero lo que distingue desde el comienzo al peor de los arquitectos
de la abeja más experta, es que aquél ha construido la célula en la cabeza
antes de construirla en la colmena.” Karl Marx
Nota:
Ahora estoy intentando, con mucha dificultad, estudiar algunos comportamientos
del cerebro y por qué predomina tanto en el ser humano el fenómeno visual, para
intentar relacionar la arquitectura y las neurociencias. A los que les interese este
tema, háganmelo saber, para intercambiar experiencias.
Arquitecto Mederico Faivre - 23/2/12
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BAJAR EL IMPULSO VISUAL COMO VERTIENTE DETERMINANTE Y MAYORITARIA QUE DA
ORIGEN A LA ARQUITECTURA.
Hace veinte años, viví una experiencia trascendente trabajando con biólogos, que consistió
en terminar de incorporar y comprender que la arquitectura es un fenómeno
dinámico, complejo y adaptativo. Por la generación a la que pertenezco, he estado muy
comprometido con todos los fenómenos de una arquitectura flexible y adaptable a los
conflictos sociales. En un país tan convulsionado como el nuestro -no sólo por las últimas
crisis-, es imposible pensar la arquitectura si no es desde los episodios y fenómenos extremos.
Operar desde el conflicto es dignificar la arquitectura; no hay que quejarse de él,
se vive en conflicto, y, como dicen los biólogos, “si un organismo no está en conflicto, es
porque está muerto”. Entonces tratemos de transformarlos en la base y materia prima de
la arquitectura aprendiendo a leerlos e interpretarlos.
Me pregunto cotidianamente ¿cómo aumentar la dignidad de la arquitectura?, ¿Cómo
tornarla legítima? Si la arquitectura no tiene un origen legítimo, ¿qué es? ¿Una proyección
del ego del arquitecto, es la última publicación que está en la biblioteca? ¿Podemos suponer
que la arquitectura puede ser una trivialidad, una arbitrariedad? La arquitectura moviliza
y compromete tanto esfuerzo humano, tanta energía y tantos recursos, que su origen
no puede ser sólo casual, puede ser accidental a través del tiempo, pero quita convicción
enseñar la arquitectura admitiendo que su inicio, su origen, puede ser trivial.
La biología y su metodología contribuyeron a ubicarme más cerca del “concepto de
proceso en el tiempo” y alejarme de la “forma final”, que es una deformación de la enseñanza
de la arquitectura y una aspiración un tanto exagerada de los estudiantes, al pretender
concluir un ejercicio de proyecto con una forma cerrada y final. Tender al monumento
es una manera de ser antiguo. Se puede ser antiguo en cualquier etapa de la vida y
en cualquier etapa de la historia, pero lo interesante es pensar cómo ser moderno y cómo
redefinir la modernidad sobre la base de cada país, de cada región y de cada cultura. La
forma final es muy restrictiva porque disminuye el nivel de ajuste que da el tiempo. Los
lugares y las formas arquitectónicas que tienen incorporado el fenómeno del tiempo alcanzan
la belleza, pero en general, cuando concebimos y hacemos arquitectura, estamos
condenados a ser demasiado rápidos y a no poder ajustar lo que hacemos.
El exagerado “impulso visual” como origen de las decisiones arquitectónicas ha traicionado
a la modernidad. Este pensamiento, si es que así puede llamarse, no alcanza para
alimentar los orígenes de la arquitectura, porque es el más arcaico, proviene del cerebro
límbico y es anterior a la construcción de la palabra. No es válido aceptar la idea de que las
situaciones de complejidad actual, en lo social, en lo ambiental, en lo tecnológico, y en los
fenómenos propios de los lenguajes arquitectónicos, puedan satisfacerse con decisiones
visuales. La falta de convicción para encontrar la “forma apta” puede llevarnos hacia otras
disciplinas, a otras ramas del conocimiento que no necesariamente sean arquitectura.
El resultado visual y el valor artístico de la arquitectura es el premio final, es el rozarse
con el arte, no es posible entrar por el resultado.
La cultura arquitectónica actual, que es en parte una dictadura visual, ha generado una
enfermedad de falsa opulencia. Pensar que se es opulento cuando se es débil, tratar de
imitar esta opulencia proviniendo de sociedades débiles como las nuestras, es un pensamiento
suicida, que ha colaborado a que la arquitectura como disciplina no sea confiable
socialmente.
Las últimas décadas nos han permitido tomar conciencia, y han entrado en juego los
fenómenos ambientales, a pesar de haber estado siempre presentes. Ahora han tomado
relevancia y podemos cuantificar la finitud de los sistemas naturales. Si bien no somos
especialistas en el tema, un arquitecto puede hacer un balance energético de los materiales
que especifica, puede comprender su ciclo y el ciclo del agua que implica producirlos,
para disminuir la huella ecológica de sus decisiones. Se piensa que al elegir un material y
averiguar su precio, se obtiene un costo válido. Sin embargo, ese costo no tiene transparentado
el costo ambiental, porque el mercado tal cual lo conocemos no es transparente.
El mercado en un sistema capitalista puede comerse y matarse a sí mismo sin darse cuenta,
los últimos episodios y la crisis a nivel mundial nos eximen de dar mayores detalles. Los
arquitectos nos ganamos la vida especificando materiales y moviendo materia.
La arquitectura
no es otra cosa que mover materia con propósito, y ese propósito es definible en
cada región, en cada lugar, no estamos asegurando supervivencia con el sistema de decisión
que practicamos y aún enseñamos en las escuelas de arquitectura.
Bajar el nivel de entropía es una forma de innovar. El fenómeno de la innovación muchas
veces se confunde con el invento, el invento con la creación, la creación con impulsos
indefinidos… Para mí la innovación es definir estados de conciencia, y no se puede expandir
conciencia si no es a través de la investigación metódica.
La casualidad o el juego no alcanzan para justificar la arquitectura ni pueden ser la base
de la enseñanza. Entonces, ¿cómo avanzar y entendernos, para que nuestra disciplina sea
acumulativa y confiable? No a través de la casualidad, difícil de explicitar, ni con interrupciones
en el tiempo y retornos azarosos a épocas pasadas. Aspiro a que la disciplina sea
más acumulativa, que tenga una visión holística y bases relacionadas con la ciencia. Sabemos
que no existe la verdad perpetua y precisamente las universidades velan por este
propósito: bajar el nivel de entropía y asegurar supervivencia. Esto es un propósito defendible
y moderno.
Mederico Faivre - 2009
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